Vida: Capítulos 11 al 15

LIBRO DE LA VIDA

CAPÍTULO 11

 

Dice en qué está la falta de no amar a Dios con perfección en breve

tiempo. – Comienza a declarar, por una comparación que pone,

cuatro grados de oración. – Va tratando aquí del primero. – Es muy

provechoso para los que comienzan y para los que no tienen gustos

en la oración.

 

1. Pues hablando ahora de los que comienzan a ser siervos del

amor (que no me parece otra cosa determinarnos a seguir por este

camino de oración al que tanto nos amó), es una dignidad tan

grande, que me regalo extrañamente en pensar en ella. Porque el

temor servil luego va fuera, si en este primer estado vamos como

hemos de ir. ¡Oh Señor de mi alma y bien mío! ¿Por qué no

quisisteis que en determinándose un alma a amaros, con hacer lo

que puede en dejarlo todo para mejor se emplear en este amor de

Dios, luego gozase de subir a tener este amor perfecto? Mal he

dicho: había de decir y quejarme porque no queremos nosotros;

pues toda la falta nuestra es, en no gozar luego de tan gran

dignidad, pues en llegando a tener con perfección este verdadero

amor de Dios, trae consigo todos los bienes. Somos tan caros y tan

tardíos de darnos del todo a Dios, que, como Su Majestad no quiere

gocemos de cosa tan preciosa sin gran precio, no acabamos de

disponernos.

2. Bien veo que no le hay con qué se pueda comprar tan gran bien

en la tierra; mas si hiciésemos lo que podemos en no nos asir a

cosa de ella, sino que todo nuestro cuidado y trato fuese en el cielo,

creo yo sin duda muy en breve se nos daría este bien, si en breve

del todo nos dispusiésemos, como algunos santos lo hicieron. Mas

parécenos que lo damos todo, y es que ofrecemos a Dios la renta o

los frutos y quedámonos con la raíz y posesión. Determinámonos a

ser pobres, y es de gran merecimiento; mas muchas veces

tornamos a tener cuidado y diligencia para que no nos falte no sólo

lo necesario sino lo superfluo, y a granjear los amigos que nos lo

den y ponernos en mayor cuidado, y por ventura peligro, porque no

nos falte, que antes teníamos en poseer la hacienda.

Parece también que dejamos la honra en ser religiosos o en haber

ya comenzado a tener vida espiritual y a seguir perfección, y no nos

han tocado en un punto de honra, cuando no se nos acuerda la

hemos ya dado a Dios, y nos queremos tornar a alzar con ella y

tomársela -como dicen- de las manos, después de haberle de

nuestra voluntad, al parecer, hecho de ella señor. Así son todas las

otras cosas.

 

3. ¡Donosa manera de buscar amor de Dios! Y luego le queremos a

manos llenas, a manera de decir. Tenernos nuestras aficiones (ya

que no procuramos efectuar nuestros deseos y no acabarlos de

levantar de la tierra) y muchas consolaciones espirituales con esto,

no viene bien, ni me parece se compadece esto con estotro. Así

que, porque no se acaba de dar junto, no se nos da por junto este

tesoro. Plega al Señor que gota a gota nos le dé Su Majestad,

aunque sea costándonos todos los trabajos del mundo.

 

4. Harto gran misericordia hace a quien da gracia y ánimo para

determinarse a procurar con todas sus fuerzas este bien. Porque si

persevera, no se niega Dios a nadie. Poco a poco va habilitando él

el ánimo para que salga con esta victoria. Digo ánimo, porque son

tantas las cosas que el demonio pone delante a los principios para

que no comiencen este camino de hecho, como quien sabe el daño

que de aquí le viene, no sólo en perder aquel alma sino muchas. Si

el que comienza se esfuerza con el fervor de Dios a llegar a la

cumbre de la perfección, creo jamás va solo al cielo; siempre lleva

mucha gente tras sí. Como a buen capitán, le da Dios quien vaya

en su compañía.

Póneles tantos peligros y dificultades delante, que no es menester

poco ánimo para no tornar atrás, sino muy mucho y mucho favor de

Dios.

 

5. Pues hablando de los principios de los que ya van determinados

a seguir este bien y a salir con esta empresa (que de lo demás que

comencé a decir de mística teología, que creo se llama así, diré

más adelante), en estos principios está todo el mayor trabajo;

porque son ellos los que trabajan dando el Señor el caudal; que en

los otros grados de oración lo más es gozar, puesto que primeros y

medianos y postreros, todos llevan sus cruces, aunque diferentes;

que por este camino que fue Cristo han de ir los que le siguen, si no

se quieren perder. ¡Y bienaventurados trabajos, que aun acá en la

vida tan sobradamente se pagan!

6. Habré de aprovecharme de alguna comparación, aunque yo las

quisiera excusar por ser mujer y escribir simplemente lo que me

mandan. Mas este lenguaje de espíritu es tan malo de declarar a

los que no saben letras, como yo, que habré de buscar algún modo,

y podrá ser las menos veces acierte a que venga bien la

comparación. Servirá de dar recreación a vuestra merced de ver

tanta torpeza.

Paréceme ahora a mí que he leído u oído esta comparación -que

como tengo mala memoria, ni sé adónde ni a qué propósito, mas

para el mío ahora conténtame-: ha de hacer cuenta el que

comienza, que comienza a hacer un huerto en tierra muy

infructuosa que lleva muy malas hierbas, para que se deleite el

Señor. Su Majestad arranca las malas hierbas y ha de plantar las

buenas. Pues hagamos cuenta que está ya hecho esto cuando se

determina a tener oración un alma y lo ha comenzado a usar. Y con

ayuda de Dios hemos de procurar, como buenos hortelanos, que

crezcan estas plantas y tener cuidado de regarlas para que no se

pierdan, sino que vengan a echar flores que den de sí gran olor

para dar recreación a este Señor nuestro, y así se venga a deleitar

muchas veces a esta huerta y a holgarse entre estas virtudes.

 

7. Pues veamos ahora de la manera que se puede regar, para que

entendamos lo que hemos de hacer y el trabajo que nos ha de

costar, si es mayor que la ganancia, o hasta qué tanto tiempo se ha

de tener.

Paréceme a mí que se puede regar de cuatro maneras:

o con sacar el agua de un pozo, que es a nuestro gran trabajo;.

o con noria y arcaduces, que se saca con un torno; yo lo he sacado

algunas veces: es a menos trabajo que estotro y sácase más agua;

o de un río o arroyo: esto se riega muy mejor, que queda más harta

la tierra de agua y no se ha menester regar tan a menudo y es a

menos trabajo mucho del hortelano;

o con llover mucho, que lo riega el Señor sin trabajo ninguno

nuestro, y es muy sin comparación mejor que todo lo que queda

dicho.

 

8. Ahora, pues, aplicadas estas cuatro maneras de agua de que se

ha de sustentar este huerto -porque sin ella perderse ha-, es lo que

a mí me hace al caso y ha parecido que se podrá declarar algo de

cuatro grados de oración, en que el Señor, por su bondad, ha

puesto algunas veces mi alma. Plega a su bondad atine a decirlo de

manera que aproveche a una de las personas que esto me

mandaron escribir, que la ha traído el Señor en cuatro meses harto

más adelante que yo estaba en diecisiete años. Hase dispuesto

mejor, y así sin trabajo suyo riega este vergel con todas estas

cuatro aguas, aunque la postrera aún no se le da sino a gotas; mas

va de suerte que presto se engolfará en ella con ayuda del Señor. Y

gustaré se ría, si le pareciere desatino la manera del declarar.

 

9. De los que comienzan a tener oración podemos decir son los que

sacan el agua del pozo, que es muy a su trabajo, como tengo dicho,

que han de cansarse en recoger los sentidos, que, como están

acostumbrados a andar derramados, es harto trabajo. Han

menester irse acostumbrando a no se les dar nada de ver ni oír, y

aun ponerlo por obra las horas de la oración, sino estar en soledad

y, apartados, pensar su vida pasada. Aunque esto primeros y

postreros todos lo han de hacer muchas veces, hay más y menos

de pensar en esto, como después diré. Al principio aún da pena,

que no acaban de entender que se arrepienten de los pecados; y sí

hacen, pues se determinan a servir a Dios tan de veras. Han de

procurar tratar de la vida de Cristo, y cánsase el entendimiento en

esto.

Hasta aquí podemos adquirir nosotros, entiéndese con el favor de

Dios, que sin éste ya se sabe no podemos tener un buen

pensamiento. Esto es comenzar a sacar agua del pozo, y aun plega

a Dios lo quiera tener. Mas al menos no queda por nosotros, que ya

vamos a sacarla y hacemos lo que podemos para regar estas flores.

Y es Dios tan bueno que, cuando por lo que Su Majestad sabe -por

ventura para gran provecho nuestro- quiere que esté seco el pozo,

haciendo lo que es en nosotros como buenos hortelanos, sin agua

sustenta las flores y hace crecer las virtudes. Llamo «agua» aquí las

lágrimas y, aunque no las haya, la ternura y sentimiento interior de

devoción.

 

10. Pues ¿qué hará aquí el que ve que en muchos días no hay sino

sequedad y disgusto y dessabor y tan mala gana para venir a sacar

el agua, que si no se le acordase que hace placer y servicio al

Señor de la huerta y mirase a no perder todo lo servido y aun lo que

 

espera ganar del gran trabajo que es echar muchas veces el

caldero en el pozo y sacarle sin agua, lo dejaría todo? Y muchas

veces le acaecerá aun para esto no se le alzar los brazos, ni podrá

tener un buen pensamiento: que este obrar con el entendimiento,

entendido va que es el sacar agua del pozo.

Pues, como digo, ¿qué hará aquí el hortelano? Alegrarse y

consolarse y tener por grandísima merced de trabajar en huerto de

tan gran Emperador. Y pues sabe le contenta en aquello y su

intento no ha de ser contentarse a sí sino a El, alábele mucho, que

hace de él confianza, pues ve que sin pagarle nada tiene tan gran

cuidado de lo que le encomendó. Y ayúdele a llevar la cruz y piense

que toda la vida vivió en ella y no quiera acá su reino ni deje jamás

la oración. Y así se determine, aunque para toda la vida le dure esta

sequedad, no dejar a Cristo caer con la cruz. Tiempo vendrá que se

lo pague por junto. No haya miedo que se pierda el trabajo. A buen

amo sirve. Mirándole está. No haga caso de malos pensamientos.

Mire que también los representaba el demonio a San Jerónimo en

el desierto.

 

11. Su precio se tienen estos trabajos, que, como quien los pasó

muchos años (que cuando una gota de agua sacaba de este

bendito pozo pensaba me hacía Dios merced), sé que son

grandísimos y me parece es menester más ánimo que para otros

muchos trabajos del mundo. Mas he visto claro que no deja Dios sin

gran premio, aun en esta vida; porque es así, cierto, que una hora

de las que el Señor me ha dado de gusto de Sí después acá, me

parece quedan pagadas todas las congojas que en sustentarme en

la oración mucho tiempo pasé.

Tengo para mí que quiere el Señor dar muchas veces al principio, y

otras a la postre, estos tormentos y otras muchas tentaciones que

se ofrecen, para probar a sus amadores y saber si podrán beber el

cáliz y ayudarle a llevar la cruz, antes que ponga en ellos grandes

tesoros. Y para bien nuestro creo nos quiere Su Majestad llevar por

aquí, para que entendamos bien lo poco que somos; porque son de

tan gran dignidad las mercedes de después, que quiere por

experiencia veamos antes nuestra miseria primero que nos las dé,

por que no nos acaezca lo que a Lucifer.

 

12. ¿Qué hacéis Vos, Señor mío, que no sea para mayor bien del

alma que entendéis que es ya vuestra y que se pone en vuestro

poder para seguiros por donde fuereis hasta muerte de cruz y que

está determinada a ayudárosla a llevar y a no dejaros solo con ella?

Quien viere en sí esta determinación, no, no hay que temer. Gente

espiritual, no hay por qué se afligir. Puesto ya en tan alto grado

como es querer tratar a solas con Dios y dejar los pasatiempos del

mundo, lo más está hecho. Alabad por ello a Su Majestad y fiad de

su bondad, que nunca faltó a sus amigos. Tapaos los ojos de

pensar por qué da a aquél de tan pocos días devoción, y a mí no en

tantos años. Creamos es todo para más bien nuestro. Guíe Su

Majestad por donde quisiere. Ya no somos nuestros, sino suyos.

Harta merced nos hace en querer que queramos cavar en su huerto

y estarnos cabe el Señor de él, que cierto está con nosotros. Si El

quiere que crezcan estas plantas y flores a unos con dar agua que

 

 

 

saquen de este pozo, a otros sin ella, ¿qué se me da mí? Haced

vos, Señor, lo que quisiereis. No os ofenda yo. No se pierdan las

virtudes, si alguna me habéis ya dado por sola vuestra bondad.

Padecer quiero, Señor, pues Vos padecisteis. Cúmplase en mí de

todas maneras vuestra voluntad. Y no plega a Vuestra Majestad

que cosa de tanto precio como vuestro amor se dé a gente que os

sirve sólo por gustos.

 

13. Hase de notar mucho -y dígolo porque lo sé por experiencia-

que el alma que en este camino de oración mental comienza a

caminar con determinación y puede acabar consigo de no hacer

mucho caso ni consolarse ni desconsolarse mucho porque falten

estos gustos y ternura o la dé el Señor, que tiene andado gran parte

del camino. Y no haya miedo de tornar atrás, aunque más tropiece,

porque va comenzado el edificio en firme fundamento. Sí, que no

está el amor de Dios en tener lágrimas ni estos gustos y ternura,

que por la mayor parte los deseamos y consolamos con ellos, sino

en servir con justicia y fortaleza de ánima y humildad. Recibir, más

me parece a mí eso, que no dar nosotros nada.

 

14. Para mujercitas como yo, flacas y con poca fortaleza, me parece

a mí conviene, como Dios ahora lo hace, llevarme con regalos,

porque pueda sufrir algunos trabajos que ha querido Su Majestad

tenga; mas para siervos de Dios, hombres de tomo, de letras, de

entendimiento, que veo hacer tanto caso de que Dios no los da

devoción, que me hace disgusto oírlo. No digo yo que no la tomen,

si Dios se la da, y la tengan en mucho, porque entonces verá Su

Majestad que conviene; mas que cuando no la tuvieren, que no se

fatiguen y que entiendan que no es menester, pues Su Majestad no

la da, y anden señores de sí mismos. Crean que es falta. Yo lo he

probado y visto. Crean que es imperfección y no andar con libertad

de espíritu, sino flacos para acometer.

 

15. Esto no lo digo tanto por los que comienzan (aunque pongo

tanto en ello, porque les importa mucho comenzar con esta libertad

y determinación), sino por otros; que habrá muchos que lo ha que

comenzaron y nunca acaban de acabar. Y creo es gran parte este

no abrazar la cruz desde el principio, que andarán afligidos

pareciéndoles no hacen nada. En dejando de obrar el

entendimiento, no lo pueden sufrir y por ventura entonces engorda

la voluntad y toma fuerza, y no lo entienden ellos.

Hemos de pensar que no mira el Señor en estas cosas, que,

aunque a nosotros nos parecen faltas, no lo son. Ya sabe Su

Majestad nuestra miseria y bajo natural mejor que nosotros mismos,

y sabe que ya estas almas desean siempre pensar en El y amarle.

Esta determinación es la que quiere. Estotro afligimiento que nos

damos no sirve de más de inquietar el alma, y si había de estar

inhábil para aprovechar una hora, que lo esté cuatro. Porque muy

muchas veces (yo tengo grandísima experiencia de ello, y sé que

es verdad, porque lo he mirado con cuidado y tratado después a

personas espirituales) que viene de indisposición corporal, que

somos tan miserables que participa esta encarceladita de esta

pobre alma de las miserias del cuerpo. Y las mudanzas de los

tiempos y las vueltas de los humores muchas veces hacen que sin

culpa suya no pueda hacer lo que quiere, sino que padezca de

todas maneras. Y mientras más la quieren forzar en estos tiempos,

es peor y dura más el mal; sino que haya discreción para ver

cuándo es de esto, y no la ahoguen a la pobre. Entiendan son

enfermos. Múdese la hora de la oración, y hartas veces será

algunos días. Pasen como pudieren este destierro, que harta

malaventura es de un alma que ama a Dios ver que vive en esta

miseria y que no puede lo que quiere, por tener tan mal huésped

como este cuerpo.

 

16. Dije «con discreción», porque alguna vez el demonio lo hará; y

así es bien ni siempre dejar la oración cuando hay gran

distraimiento y turbación en el entendimiento, ni siempre atormentar

el alma a lo que no puede.

Otras cosas hay exteriores de obras de caridad y de lección,

aunque a veces aun no estará para esto. Sirva entonces al cuerpo

por amor de Dios, porque otras veces muchas sirva él al alma, y

tome algunos pasatiempos santos de conversaciones que lo sean,

o irse al campo, como aconsejare el confesor. Y en todo es gran

cosa la experiencia, que da a entender lo que nos conviene. Y en

todo se sirve Dios. Suave es su yugo, y es gran negocio no traer el

alma arrastrada, como dicen, sino llevarla con suavidad para su

mayor aprovechamiento.

 

17. Así que torno a avisar -y aunque lo diga muchas veces no va

nada- que importa mucho que de sequedades ni de inquietud y

distraimiento en los pensamientos nadie se apriete ni aflija. Si

quiere ganar libertad de espíritu y no andar siempre atribulado,

comience a no se espantar de la cruz, y verá cómo se la ayuda

también a llevar el Señor y con el contento que anda y el provecho

que saca de todo. Porque ya se ve que, si el pozo no mana, que

nosotros no podemos poner el agua. Verdad es que no hemos de

estar descuidados para que, cuando la haya, sacarla; porque

entonces ya quiere Dios por este medio multiplicar las virtudes.

 

 

 

CAPÍTULO 12

Prosigue en este primer estado. – Dice hasta dónde podemos llegar

con el favor de Dios por nosotros mismos, y el daño que es querer,

hasta que el Señor lo haga, subir el espíritu a cosas sobrenaturales.

 

1. Lo que he pretendido dar a entender en este capítulo pasado

aunque me he divertido mucho en otras cosas por parecerme muy

necesarias- es decir hasta lo que podemos nosotros adquirir, y

cómo en esta primera devoción podemos nosotros ayudarnos algo.

Porque en pensar y escudriñar lo que el Señor pasó por nosotros,

muévenos a compasión, y es sabrosa esta pena y las lágrimas que

proceden de aquí. Y de pensar la gloria que esperamos y el amor

que el Señor nos tuvo y su resurrección, muévenos a gozo que ni

es del todo espiritual ni sensual, sino gozo virtuoso y la pena muy

meritoria. De esta manera son todas las cosas que causan

devoción adquirida con el entendimiento en parte, aunque no

podida merecer ni ganar si no la de Dios. Estále muy bien a un alma

que no la ha subido de aquí, no procurar subir ella; y nótese esto

mucho, porque no le aprovechará más de perder.

 

2. Puede en este estado hacer muchos actos para determinarse a

hacer mucho por Dios y despertar el amor, otros para ayudar a

crecer las virtudes, conforme a lo que dice un libro llamado Arte de

servir a Dios, que es muy bueno y apropiado para los que están en

este estado, porque obra el entendimiento. Puede representarse

delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su

sagrada Humanidad y traerle siempre consigo y hablar con El,

pedirle para sus necesidades y quejársele de sus trabajos,

alegrarse con El en sus contentos y no olvidarle por ellos, sin

procurar oraciones compuestas, sino palabras conforme a sus

deseos y necesidad.

Es excelente manera de aprovechar y muy en breve; y quien

trabajare a traer consigo esta preciosa compañía y se aprovechare

mucho de ella y de veras cobrare amor a este Señor a quien tanto

debemos, yo le doy por aprovechado.

 

3. Para esto no se nos ha de dar nada de no tener devoción -como

tengo dicho-, sino agradecer al Señor que nos deja andar deseosos

de contentarle, aunque sean flacas las obras. Este modo de traer a

Cristo con nosotros aprovecha en todos estados, y es un medio

segurísimo para ir aprovechando en el primero y llegar en breve al

segundo grado de oración, y para los postreros andar seguros de

los peligros que el demonio puede poner.

 

4. Pues esto es lo que podemos. Quien quisiere pasar de aquí y

levantar el espíritu a sentir gustos que no se los dan, es perder lo

uno y lo otro, a mi parecer, porque es sobrenatural; y perdido el

entendimiento, quédase el alma desierta y con mucha sequedad. Y

como este edificio todo va fundado en humildad, mientras más

llegados a Dios, más adelante ha de ir esta virtud, y si no, va todo

perdido. Y parece algún género de soberbia querer nosotros subir a

más, pues Dios hace demasiado, según somos, en allegarnos cerca

de Sí.

No se ha de entender que digo esto por el subir con el pensamiento

a pensar cosas altas del cielo o de Dios y las grandezas que allá

hay y su gran sabiduría; porque, aunque yo nunca lo hice (que no

tenía habilidad -como he dicho- y me hallaba tan ruin, que aun para

pensar cosas de la tierra me hacía Dios merced de que entendiese

esta verdad, que no era poco atrevimiento, cuánto más para las del

cielo), otras personas se aprovecharán, en especial si tienen letras,

que es un gran tesoro para este ejercicio, a mi parecer, si son con

humildad. De unos días acá lo he visto por algunos letrados, que ha

poco que comenzaron y han aprovechado muy mucho; y esto me

hace tener grandes ansias porque muchos fuesen espirituales,

como adelante diré.

 

5. Pues lo que digo «no se suban sin que Dios los suba», es

lenguaje de espíritu. Entenderme ha quien tuviere alguna

experiencia, que yo no lo sé decir si por aquí no se entiende. En la

mística teología que comencé a decir, pierde de obrar el

entendimiento, porque le suspende Dios, como después declararé

más, si supiere y El me diere para ello su favor. Presumir ni pensar

de suspenderle nosotros, es lo que digo no se haga, ni se deje de

obrar con él, porque nos quedaremos bobos y fríos, y ni haremos lo

uno ni lo otro; que cuando el Señor le suspende y hace parar, dale

de qué se espante y se ocupe, y que sin discurrir entienda más en

un «credo» que nosotros podemos entender con todas nuestras

diligencias de tierra en muchos años. Ocupar las potencias del alma

y pensar hacerlas estar quedas, es desatino.

Y torno a decir que, aunque no se entiende, es de no gran

humildad; aunque no con culpa, con pena sí, que será trabajo

perdido, y queda el alma con un disgustillo como quien va a saltar y

la asen por detrás, que ya parece ha empleado su fuerza, y hállase

sin efectuar lo que con ella quería hacer; y en la poca ganancia que

queda verá quien lo quisiere mirar esto poquillo de falta de humildad

que he dicho. Porque esto tiene excelente esta virtud, que no hay

obra a quien ella acompañe, que deje el alma disgustada.

Paréceme lo he dado a entender, y por ventura será sola para mí.

Abra el Señor los ojos de los que lo leyeren, con la experiencia;

que, por poca que sea, luego lo entenderán.

 

6. Hartos años estuve yo que leía muchas cosas y no entendía

nada de ellas; y mucho tiempo que, aunque me lo daba Dios,

palabra no sabía decir para darlo a entender, que no me ha costado

esto poco trabajo. Cuando Su Majestad quiere, en un punto lo

enseña todo, de manera que yo me espanto.

Una cosa puedo decir con verdad: que, aunque hablaba con

muchas personas espirituales que querían darme a entender lo que

el Señor me daba, para que se lo supiese decir, y es cierto que era

tanta mi torpeza, que poco ni mucho me aprovechaba; o quería el

Señor, como Su Majestad fue siempre mi maestro (sea por todo

bendito, que harta confusión es para mí poder decir esto con

verdad), que no tuviese a nadie que agradecer. Y sin querer ni

pedirlo (que en esto no he sido nada curiosa -porque fuera virtud

serlo- sino en otras vanidades), dármelo Dios en un punto a

entender con toda claridad y para saberlo decir, de manera que se

espantaban y yo más que mis confesores, porque entendía mejor

mi torpeza. Esto ha poco. Y así lo que el Señor no me ha enseñado

no lo procuro, si no es lo que toca a mi conciencia.

 

7. Torno otra vez a avisar que va mucho en «no subir el espíritu si el

Señor no le subiere». Qué cosa es, se entiende luego. En especial

para mujeres es más malo, que podrá el demonio causar alguna

ilusión; aunque tengo por cierto no consiente el Señor dañe a quien

con humildad se procura llegar a El, antes sacará más provecho y

ganancia por donde el demonio le pensare hacer perder.

Por ser este camino de los primeros más usado, e importan mucho

los avisos que he dado, me he alargado tanto. Y habránlos escrito

en otras partes muy mejor, yo lo confieso, y que con harta confusión

y vergüenza lo he escrito, aunque no tanta como había de tener.

Sea el Señor bendito por todo, que a una como yo quiere y

consiente hable en cosas suyas, tales y tan subidas.

 

 

 

CAPÍTULO 13

Prosigue en este primer estado y pone avisos para algunas

tentaciones que el demonio suele poner algunas veces. – Da avisos

para ellas. – Es muy provechoso.

 

1. Hame parecido decir algunas tentaciones que he visto que se

tienen a los principios, y algunas tenido yo, y dar algunos avisos de

cosas que me parecen necesarias.

Pues procúrese a los principios andar con alegría y libertad, que

hay algunas personas que parece se les ha de ir la devoción si se

descuidan un poco. Bien es andar con temor de sí para no se fiar

poco ni mucho de ponerse en ocasión donde suele ofender a Dios,

que esto es muy necesario hasta estar ya muy enteros en la virtud;

y no hay muchos que lo puedan estar tanto, que en ocasiones

aparejadas a su natural se puedan descuidar, que siempre,

mientras vivimos, aun por humildad, es bien conocer nuestra

miserable naturaleza. Mas hay muchas cosas adonde se sufre,

como he dicho, tomar recreación aun para tornar a la oración más

fuertes. En todo es menester discreción.

 

2. Tener gran confianza, porque conviene mucho no apocar los

deseos, sino creer de Dios que, si nos esforzamos, poco a poco,

aunque no sea luego, podremos llegar a lo que muchos santos con

su favor; que si ellos nunca se determinaran a desearlo y poco a

poco a ponerlo por obra, no subieran a tan alto estado. Quiere Su

Majestad y es amigo de ánimas animosas, como vayan con

humildad y ninguna confianza de sí. Y no he visto a ninguna de

éstas que quede baja en este camino; ni ninguna alma cobarde, con

amparo de humildad, que en muchos años ande lo que estotros en

muy pocos. Espántame lo mucho que hace en este camino

animarse a grandes cosas; aunque luego no tenga fuerzas el alma,

da un vuelo y llega a mucho, aunque -como avecita que tiene pelo

malo- cansa y queda.

 

3. Otro tiempo traía yo delante muchas veces lo que dice San

Pablo, que todo se puede en Dios. En mí bien entendía no podía

nada. Esto me aprovechó mucho, y lo que dice San Agustín: Dame,

Señor, lo que me mandas, y manda lo que quisieres. Pensaba

muchas veces que no había perdido nada San Pedro en arrojarse

en la mar, aunque después temió. Estas primeras determinaciones

son gran cosa, aunque en este primer estado es menester irse más

deteniendo y atados a la discreción y parecer de maestro; mas han

de mirar que sea tal, que no los enseñe a ser sapos, ni que se

contente con que se muestre el alma a sólo cazar lagartijas.

¡Siempre la humildad delante, para entender que no han de venir

estas fuerzas de las nuestras!

 

4. Mas es menester entendamos cómo ha de ser esta humildad,

porque creo el demonio hace mucho daño para no ir muy adelante

gente que tiene oración, con hacerlos entender mal de la humildad,

haciendo que nos parezca soberbia tener grandes deseos y querer

imitar a los santos y desear ser mártires. Luego nos dice o hace

entender que las cosas de los santos son para admirar, mas no

para hacerlas los que somos pecadores.

Esto también lo digo yo; mas hemos de mirar cuál es de espantar y

cuál de imitar. Porque no sería bien si una persona flaca y enferma

se pusiese en muchos ayunos y penitencias ásperas, yéndose a un

desierto adonde ni pudiese dormir ni tuviese qué comer, o casas

semejantes. Mas pensar que nos podemos esforzar con el favor de

Dios a tener un gran desprecio de mundo, un no estimar honra, un

no estar atado a la hacienda; que tenemos unos corazones tan

apretados, que parece nos ha de faltar la tierra en queriéndonos

descuidar un poco del cuerpo y dar al espíritu; luego parece ayuda

al recogimiento tener muy bien lo que es menester, porque los

cuidados inquietan a la oración.

De esto me pesa a mí, que tengamos tan poca confianza de Dios y

tanto amor propio, que nos inquiete ese cuidado. Y es así que

adonde está tan poco medrado el espíritu como esto, unas naderías

nos dan tan gran trabajo como a otros cosas grandes y de mucho

tomo. ¡Y en nuestro seso presumimos de espirituales!

 

5. Paréceme ahora a mí esta manera de caminar un querer

concertar cuerpo y alma para no perder acá el descanso y gozar

allá de Dios. Y así será ello si se anda en justicia y vamos asidos a

virtud. Mas es paso de gallina. Nunca con él se llegará a la libertad

de espíritu. Manera de proceder muy buena me parece para estado,

de casados, que han de ir conforme a su llamamiento; mas para

otro estado, en ninguna manera deseo tal manera de aprovechar ni

me harán creer es buena, porque la he probado, y siempre me

estuviera así si el Señor por su bondad no me enseñara otro atajo.

 

6. Aunque en esto de deseos siempre los tuve grandes, mas

procuraba esto que he dicho: tener oración, mas vivir a mi placer.

Creo si hubiera quien me sacara a volar, más me hubiera puesto en

que estos deseos fueran con obra. Mas hay -por nuestros pecados-

tan pocos, tan contados, que no tengan discreción demasiada en

este caso, que creo es harta causa para que los que comienzan no

vayan más presto a gran perfección. Porque el Señor nunca falta ni

queda por El; nosotros somos los faltos y miserables.

 

7. También se pueden imitar los santos en procurar soledad y

silencio y otras muchas virtudes, que no nos matarán estos negros

cuerpos que tan concertadamente se quieren llevar para

desconcertar el alma, y el demonio ayuda mucho a hacerlos

inhábiles, cuando ve un poco de temor; no quiere él más para

hacernos entender que todo nos ha de matar y quitar la salud; hasta

tener lágrimas nos hace temer de cegar. He pasado por esto y por

eso lo sé; y no sé yo qué mejor vista ni salud podemos desear que

perderla por tal causa.

Como soy tan enferma, hasta que me determiné en no hacer caso

del cuerpo ni de la salud, siempre estuve atada, sin valer nada; y

ahora hago bien poco. Mas como quiso Dios entendiese este ardid

del demonio, y como me ponía delante el perder la salud, decía yo:

«poco va en que me muera»; si el descanso: «no he ya menester

descanso, sino cruz»; así otras cosas. Vi claro que en muy muchas,

aunque yo de hecho soy harto enferma, que era tentación del

demonio o flojedad mía; que después que no estoy tan mirada y

regalada, tengo mucha más salud.

Así que va mucho a los principios de comenzar oración a no

amilanar los pensamientos, y créanme esto, porque lo tengo por

experiencia. Y para que escarmienten en mí, aun podría aprovechar

decir estas mis faltas.

 

8. Otra tentación es luego muy ordinaria, que es desear que todos

sean muy espirituales, como comienzan a gustar del sosiego y

ganancia que es. El desearlo no es malo; el procurarlo podría ser

no bueno, si no hay mucha discreción y disimulación en hacerse de

manera que no parezca enseñan; porque quien hubiere de hacer

algún provecho en este caso, es menester que tenga las virtudes

muy fuertes para que no dé tentación a los otros.

Acaecióme a mí -y por eso lo entiendo- cuando, como he dicho,

procuraba que otras tuviesen oración, que, como por una parte me

veían hablar grandes cosas del gran bien que era tener oración, y

por otra parte me veían con gran pobreza de virtudes, tenerla yo

traíalas tentadas y desatinadas; y ¡con harta razón!, que después

me lo han venido a decir, porque no sabían cómo se podía

compadecer lo uno con lo otro; y era causa de no tener por malo lo

que de suyo lo era, por ver que lo hacía yo algunas veces, cuando

les parecía algo bien de mí.

 

9. Y esto hace el demonio, que parece se ayuda de las virtudes que

tenemos buenas para autorizar en lo que puede el mal que

pretende, que, por poco que sea, cuando es en una comunidad,

debe ganar mucho; cuánto más que lo que yo hacía malo era muy

mucho. Y así, en muchos años solas tres se aprovecharon de lo

que les decía, y después que ya el Señor me había dado más

fuerzas en la virtud, se aprovecharon en dos o tres años muchas,

como después diré.

Y, sin esto, hay otro gran inconveniente, que es perder el alma;

porque lo más que hemos de procurar al principio es sólo tener

cuidado de sí sola, y hacer cuenta que no hay en la tierra sino Dios

y ella; y esto es lo que le conviene mucho.

 

10. Da otra tentación (y todas van con un celo de virtud que es

menester entenderse y andar con cuidado) de pena de los pecados

y faltas que ven en los otros: pone el demonio que es sólo la pena

de querer que no ofendan a Dios y pesarle por su honra, y luego

querrían remediarlo. Inquieta esto tanto, que impide la oración; y el

mayor daño es pensar que es virtud y perfección y gran celo de

Dios.

Dejo las penas que dan pecados públicos -si los hubiese en

costumbre- de una congregación, o daños de la Iglesia de estas

herejías, adonde vemos perder tantas almas; que ésta es muy

buena, y como lo es buena, no inquieta. Pues lo seguro será del

alma que tuviere oración descuidarse de todo y de todos, y tener

cuenta consigo y con contentar a Dios. Esto conviene muy mucho,

porque ¡si hubiese de decir los yerros que he visto suceder fiando

en la buena intención!….

Pues procuremos siempre mirar las virtudes y cosas buenas que

viéremos en los otros, y tapar sus defectos con nuestros grandes

pecados. Es una manera de obrar que, aunque luego no se haga

con perfección, se viene a ganar una gran virtud, que es tener a

todos por mejores que nosotros, y comiénzase a ganar por aquí con

el favor de Dios, que es menester en todo y, cuando falta,

excusadas son las diligencias, y suplicarle nos dé esta virtud, que

con que las hagamos no falta a nadie.

 

11. Miren también este aviso los que discurren mucho con el

entendimiento, sacando muchas cosas de una cosa y muchos

conceptos; que de los que no pueden obrar con él, como yo hacía,

no hay que avisar, sino que tengan paciencia, hasta que el Señor

les dé en qué se ocupen y luz, pues ellos pueden tan poco por sí,

que antes los embaraza su entendimiento que los ayuda.

Pues tornando a los que discurren, digo que no se les vaya todo el

tiempo en esto; porque, aunque es muy meritorio, no les parece

como es oración sabrosa- que ha de haber día de domingo, ni rato

que no sea trabajar. Luego les parece es perdido el tiempo, y tengo

yo por muy ganada esta pérdida; sino que -como he dicho- se

representen delante de Cristo, y sin cansancio del entendimiento se

estén hablando y regalando con El, sin cansarse en componer

razones, sino presentar necesidades y la razón que tiene para no

nos sufrir allí: lo uno un tiempo, y lo otro otro, porque no se canse el

alma de comer siempre un manjar. Estos son muy gustosos y

provechosos, si el gusto se usa a comer de ellos; traen consigo

gran sustentamiento para dar vida al alma, y muchas ganancias.

 

12. Quiérome declarar más, porque estas cosas de oración todas

son dificultosas y, si no se halla maestro, muy malas de entender; y

esto hace que, aunque quisiera abreviar y bastaba para el

entendimiento bueno de quien me mandó escribir estas cosas de

oración sólo tocarlas, mi torpeza no da lugar a decir y dar a

entender en pocas palabras cosa que tanto importa declararla bien;

que como yo pasé tanto, he lástima a los que comienzan con solos

libros, que es cosa extraña cuán diferentemente se entiende de lo

que después de experimentado se ve.

Pues tornando a lo que decía, ponémonos a pensar un paso de la

Pasión, digamos el de cuando estaba el Señor a la columna: anda

el entendimiento buscando las causas que allí da a entender, los

dolores grandes y pena que Su Majestad tendría en aquella soledad

y otras muchas cosas que, si el entendimiento es obrador, podrá

sacar de aquí. ¡Oh que si es letrado!…. Es el modo de oración en

que han de comenzar y demediar y acabar todos, y muy excelente y

seguro camino, hasta que el Señor los lleve a otras cosas

sobrenaturales.

 

13. Digo «todos», porque hay muchas almas que aprovechan más

en otras meditaciones que en la de la sagrada Pasión; que así

como hay muchas moradas en el cielo, hay muchos caminos.

Algunas personas aprovechan considerándose en el infierno, y

otras en el cielo y se afligen en pensar en el infierno, otras en la

muerte. Algunas, si son tiernas de corazón, se fatigan mucho de

pensar siempre en la Pasión, y se regalan y aprovechan en mirar el

poder y grandeza de Dios en las criaturas y el amor que nos tuvo,

que en todas las cosas se representa, y es admirable manera de

proceder, no dejando muchas veces la Pasión y vida de Cristo, que

es de donde nos ha venido y viene todo el bien.

 

14. Ha menester aviso el que comienza, para mirar en lo que

aprovecha más. Para esto es muy necesario el maestro, si es

experimentado; que si no, mucho puede errar y traer un alma sin

entenderla ni dejarla a sí misma entender; porque, como sabe que

es gran mérito estar sujeta a maestro, no osa salir de lo que le

manda. Yo he topado almas acorraladas y afligidas por no tener

experiencia quien las enseñaba, que me hacían lástima, y alguna

que no sabía ya qué hacer de sí; porque, no entendiendo el espíritu,

afligen alma y cuerpo, y estorban el aprovechamiento. Una trató

conmigo, que la tenía el maestro atada ocho años había a que no la

dejaba salir de propio conocimiento, y teníala ya el Señor en

oración de quietud, y así pasaba mucho trabajo.

 

15. Y aunque esto del conocimiento propio jamás se ha de dejar, ni

hay alma, en este camino, tan gigante que no haya menester

muchas veces tornar a ser niño y a mamar (y esto jamás se olvide,

quizás lo diré más veces, porque importa mucho); porque no hay

estado de oración tan subido, que muchas veces no sea necesario

tornar al principio, y en esto de los pecados y conocimiento propio,

es el pan con que todos los manjares se han de comer, por

delicados que sean, en este camino de oración, y sin este pan no

se podrían sustentar; mas hase de comer con tasa, que después

que un alma se ve ya rendida y entiende claro no tiene cosa buena

de sí y se ve avergonzada delante de tan gran Rey y ve lo poco que

le paga lo mucho que le debe, ¿qué necesidad hay de gastar el

tiempo aquí?, sino irnos a otras cosas que el Señor pone delante y

no es razón las dejemos, que Su Majestad sabe mejor que nosotros

de lo que nos conviene comer.

 

16. Así que importa mucho ser el maestro avisado -digo de buen

entendimiento- y que tenga experiencia. Si con esto tiene letras, es

grandísimo negocio. Mas si no se pueden hallar estas tres cosas

juntas, las dos primeras importan más; porque letrados pueden

procurar para comunicarse con ellos cuando tuvieren necesidad.

Digo que a los principios, si no tienen oración, aprovechan poco

letras; no digo que no traten con letrados, porque espíritu que no

vaya comenzado en verdad yo más le querría sin oración; y es gran

cosa letras, porque éstas nos enseñan a los que poco sabemos y

nos dan luz y, llegados a verdades de la Sagrada Escritura,

hacemos lo que debemos: de devociones a bobas nos libre Dios.

 

17. Quiérome declarar más, que creo me meto en muchas cosas.

Siempre tuve esta falta de no me saber dar a entender -como he

dicho- sino a costa de muchas palabras. Comienza una monja a

tener oración; si un simple la gobierna y se le antoja, harála

entender que es mejor que le obedezca a él que a su superior, y sin

malicia suya, sino pensando acierta; porque si no es de religión,

parecerle ha es así. Y si es mujer casada, dirála que es mejor,

cuando ha de entender en su casa, estarse en oración, aunque

descontente a su marido. Así que no sabe ordenar el tiempo ni las

cosas para que vayan conforme a verdad. Por faltarle a él la luz, no

la da a los otros aunque quiere. Y aunque para esto parece no son

menester letras, mi opinión ha sido siempre y será que cualquier

cristiano procure tratar con quien las tenga buenas, si puede, y

mientras más, mejor; y los que van por camino de oración tienen de

esto mayor necesidad, y mientras más espirituales, más.

 

18. Y no se engañe con decir que letrados sin oración no son para

quien la tiene. Yo he tratado hartos, porque de unos años acá lo he

más procurado con la mayor necesidad, y siempre fui amiga de

ellos, que aunque algunos no tienen experiencia, no aborrecen al

espíritu ni le ignoran; porque en la Sagrada Escritura que tratan,

siempre hallan la verdad del buen espíritu. Tengo para mí que

persona de oración que trate con letrados, si ella no se quiere

engañar, no la engañará el demonio con ilusiones, porque creo

temen en gran manera las letras humildes y virtuosas, y saben

serán descubiertos y saldrán con pérdida.

 

19. He dicho esto porque hay opiniones de que no son letrados

para gente de oración, si no tienen espíritu. Ya dije es menester

espiritual maestro; mas si éste no es letrado, gran inconveniente es.

Y será mucha ayuda tratar con ellos, como sean virtuosos. Aunque

no tenga espíritu, me aprovechará, y Dios le dará a entender lo que

ha de enseñar y aun le hará espiritual para que nos aproveche. Y

esto no lo digo sin haberlo probado y acaecídome a mí con más de

dos. Digo que para rendirse un alma del todo a estar sujeta a solo

un maestro, que yerra mucho en no procurar que sea tal, si es

religioso, pues ha de estar sujeto a su prelado, que por ventura le

faltarán todas tres cosas -que no será pequeña cruz- sin que él de

su voluntad sujete su entendimiento a quien no le tenga bueno. Al

menos esto no lo he yo podido acabar conmigo ni me parece

conviene. Pues si es seglar, alabe a Dios que puede escoger a

quien ha de estar sujeto, y no pierda esta tan virtuosa libertad;

antes esté sin ninguno hasta hallarle, que el Señor se le dará, como

vaya fundado todo en humildad y con deseo de acertar. Yo le alabo

mucho, y las mujeres y los que no saben letras le habíamos

siempre de dar infinitas gracias, porque haya quien con tantos

trabajos haya alcanzado la verdad que los ignorantes ignoramos.

 

20. Espántanme muchas veces letrados, religiosos en especial, con

el trabajo que han ganado lo que sin ninguno, más que preguntarlo,

me aproveche a mí. ¡Y que haya personas que no quieran

aprovecharse de esto! ¡No plega a Dios! Véolos sujetos a los

trabajos de la religión, que son grandes, con penitencias y mal

comer, sujetos a la obediencia, que algunas veces me es gran

confusión, cierto; con esto, mal dormir, todo trabajo, todo cruz.

Paréceme sería gran mal que tanto bien ninguno por su culpa lo

pierda. Y podrá ser que pensemos algunos que estamos libres de

estos trabajos, y nos lo dan guisado, como dicen, y viviendo a

nuestro placer, que por tener un poco de más oración nos hemos

de aventajar a tantos trabajos.

 

21. ¡Bendito seáis vos, Señor, que tan inhábil y sin provecho me

hicisteis! Mas aláboos muy mucho, porque despertáis a tantos que

nos despierten. Había de ser muy continua nuestra oración por

estos que nos dan luz. ¿Qué seríamos sin ellos entre tan grandes

tempestades como ahora tiene la Iglesia? Si algunos ha habido

ruines, más resplandecerán los buenos. Plega al Señor los tenga de

su mano y los ayude para que nos ayuden, amén.

22. Mucho he salido de propósito de lo que comencé a decir; mas

todo es propósito para los que comienzan, que comiencen camino

tan alto de manera que vayan puestos en verdadero camino. Pues

tornando a lo que decía de pensar a Cristo a la columna, es bueno

discurrir un rato y pensar las penas que allí tuvo y por qué las tuvo y

quién es el que las tuvo y el amor con que las pasó. Mas que no se

canse siempre en andar a buscar esto, sino que se esté allí con El,

acallado el entendimiento. Si pudiere, ocuparle en que mire que le

mira, y le acompañe y hable y pida y se humille y regale con El, y

acuerde que no merecía estar allí. Cuando pudiere hacer esto,

aunque sea al principio de comenzar oración, hallará grande

provecho, y hace muchos provechos esta manera de oración; al

menos hallóle mi alma.

No sé si acierto a decirlo. Vuestra merced lo verá. Plega al Señor

acierte a contentarle siempre, amén.

 

 

 

CAPÍTULO 14

Comienza a declarar el segundo grado de oración, que es ya dar el

Señor al alma a sentir gustos más particulares. – Decláralo para dar

a entender cómo son ya sobrenaturales. – Es harto de notar.

 

1. Pues ya queda dicho con el trabajo que se riega este vergel y

cuán a fuerza de brazos sacando el agua del pozo, digamos ahora

el segundo modo de sacar el agua que el Señor del huerto ordenó

para que con artificio de con un torno y arcaduces sacase el

hortelano más agua y a menos trabajo, y pudiese descansar sin

estar continuo trabajando.

Pues este modo, aplicado a la oración que llaman de quietud, es lo

que yo ahora quiero tratar.

 

2. Aquí se comienza a recoger el alma, toca ya aquí cosa

sobrenatural, porque en ninguna manera ella puede ganar aquello

por diligencias que haga. Verdad es que parece que algún tiempo

se ha cansado en andar el torno y trabajar con el entendimiento y

henchídose los arcaduces; mas aquí está el agua más alto y así se

trabaja muy menos que en sacarlo del pozo. Digo que está más

cerca el agua, porque la gracia dase más claramente a conocer al

alma.

Esto es un recogerse las potencias dentro de sí para gozar de aquel

contento con más gusto; mas no se pierden ni se duermen; sola la

voluntad se ocupa de manera que, sin saber cómo, se cautiva; sólo

da consentimiento para que la encarcele Dios, como quien bien

sabe ser cautivo de quien ama. ¡Oh Jesús y Señor mío! ¡qué nos

vale aquí vuestro amor!, porque éste tiene al nuestro tan atado que

no deja libertad para amar en aquel punto a otra cosa sino a Vos.

 

3. Las otras dos potencias ayudan a la voluntad para que vaya

haciéndose hábil para gozar de tanto bien, puesto que algunas

veces, aun estando unida la voluntad, acaece desayudar harto; mas

entonces no haga caso de ellas, sino estése en su gozo y quietud;

porque, si las quiere recoger, ella y ellas perderán, que son

entonces como unas palomas que no se contentan con el cebo que

les da el dueño del palomar sin trabajarlo ellas, y van a buscar de

comer por otras partes, y hallan tan mal que se tornan; y así van y

vienen a ver si les da la voluntad de lo que goza. Si el Señor quiere

echarles cebo, detiénense, y si no, tornan a buscar; y deben pensar

que hacen a la voluntad provecho, y a las veces en querer la

memoria o imaginación representarla lo que goza, la dañará. Pues

tenga aviso de haberse con ellas como diré.

 

4. Pues todo esto que pasa aquí es con grandísimo consuelo y con

tan poco trabajo, que no cansa la oración, aunque dure mucho rato;

porque el entendimiento obra aquí muy paso a paso y saca muy

mucha más agua que no sacaba del pozo. Las lágrimas que Dios

aquí da, ya van con gozo; aunque se sienten, no se procuran.

 

5. Este agua de grandes bienes y mercedes que el Señor da aquí,

hacen crecer las virtudes muy más sin comparación que en la

oración pasada, porque se va ya esta alma subiendo de su miseria

y dásele ya un poco de noticia de los gustos de la gloria. Esto creo

las hace más crecer y también llegar más cerca de la verdadera

virtud, de donde todas las virtudes vienen, que es Dios; porque

comienza Su Majestad a comunicarse a esta alma y quiere que

sienta ella cómo se le comunica.

Comiénzase luego, en llegando aquí, a perder la codicia de lo de

acá, ¡y pocas gracias! Porque ve claro que un momento de aquel

gusto no se puede haber acá, ni hay riquezas ni señoríos ni honras

ni deleites que basten a dar un cierra ojo y abre de este

contentamiento, porque es verdadero y contento que se ve que nos

contenta. Porque los de acá, por maravilla me parece entendemos

adónde está este contento, porque nunca falta un «sí-no». Aquí

todo es «sí» en aquel tiempo; el «no» viene después, por ver que

se acabó y que no lo puede tornar a cobrar ni sabe cómo; porque si

se hace pedazos a penitencias y oración y todas las demás cosas,

si el Señor no le quiere dar, aprovecha poco. Quiere Dios por su

grandeza que entienda esta alma que está Su Majestad tan cerca

de ella que ya no ha menester enviarle mensajeros, sino hablar ella

misma con El, y no a voces, porque está ya tan cerca que en

meneando los labios la entiende.

 

6. Parece impertinente decir esto, pues sabemos que siempre nos

entiende Dios y está con nosotros. En esto no hay que dudar que

es así, mas quiere este Emperador y Señor nuestro que

entendamos aquí que nos entiende, y lo que hace su presencia, y

que quiere particularmente comenzar a obrar en el alma, en la gran

satisfacción interior y exterior que la da, y en la diferencia que,

como he dicho, hay de este deleite y contento a los de acá, que

parece hinche el vacío que por nuestros pecados teníamos hecho

en el alma. Es en lo muy íntimo de ella esta satisfacción, y no sabe

por dónde ni cómo le vino, ni muchas veces sabe qué hacer ni qué

querer ni qué pedir. Todo parece lo halla junto y no sabe lo que ha

hallado, ni aun yo sé cómo darlo a entender, porque para hartas

cosas eran menester letras. Porque aquí viniera bien dar aquí a

entender qué es auxilio general o particular -que hay muchos que lo

ignoran-, y cómo este particular quiere el Señor aquí que casi le vea

el alma por vista de ojos, como dicen, y también para muchas cosas

que irán erradas. Mas, como lo han de ver personas que entiendan

si hay yerro, voy descuidada; porque así de letras como de espíritu

sé que lo puedo estar, yendo a poder de quien va, que entenderán

y quitarán lo que fuere mal.

 

7. Pues querría dar a entender esto, porque son principios, y

cuando el Señor comienza a hacer estas mercedes, la misma alma

no las entiende ni sabe qué hacer de sí. Porque, si la lleva Dios por

camino de temor, como hizo a mí, es gran trabajo, si no hay quien la

entienda; y esle gran gusto verse pintada, y entonces ve claro va

por allí. Y es gran bien saber lo que ha de hacer, para ir

aprovechando en cualquier estado de estos. Porque he yo pasado

mucho y perdido harto tiempo por no saber qué hacer y he gran

lástima a almas que se ven solas cuando llegan aquí; porque

aunque he leído muchos libros espirituales, aunque tocan en lo que

hace al caso, decláranse muy poco, y si no es alma muy ejercitada,

aun declarándose mucho, tendrá harto que hacer en entenderse.

8. Querría mucho el Señor me favoreciese para poner los efectos

que obran en el alma estas cosas, que ya comienzan a ser

sobrenaturales, para que se entienda por los efectos cuándo es

espíritu de Dios. Digo «se entienda», conforme a lo que acá se

puede entender, aunque siempre es bien andemos con temor y

recato; que, aunque sea de Dios, alguna vez podrá transfigurarse el

demonio en ángel de luz, y si no es alma muy ejercitada, no lo

entenderá: y tan ejercitada, que para entender esto es menester

llegar muy en la cumbre de la oración.

Ayúdame poco el poco tiempo que tengo, y así ha menester Su

Majestad hacerlo; porque he de andar con la comunidad y con otras

hartas ocupaciones (como estoy en casa que ahora se comienza,

como después se verá), y así es muy sin tener asiento lo que

escribo, sino a pocos a pocos, y esto quisiérale, porque cuando el

Señor da espíritu, pónese con facilidad y mejor: parece como quien

tiene un dechado delante, que está sacando aquella labor; mas si el

espíritu falta, no hay más concertar este lenguaje que si fuese

algarabía, a manera de decir, aunque hayan muchos años pasado

en oración. Y así me parece es grandísima ventaja, cuando lo

escribo estar en ello; porque veo claro no soy yo quien lo dice, que

ni lo ordeno con el entendimiento ni sé después cómo lo acerté a

decir. Esto me acaece muchas veces.

 

9. Ahora tornemos a nuestra huerta o vergel, y veamos cómo

comienzan estos árboles a empreñarse para florecer y dar después

fruto, y las flores y claveles lo mismo para dar olor. Regálame esta

comparación, porque muchas veces en mis principios (y plega al

Señor haya yo ahora comenzado a servir a Su Majestad; digo

«principio» de lo que diré de aquí adelante de mi vida) me era gran

deleite considerar ser mi alma un huerto y al Señor que se paseaba

en él. Suplicábale aumentase el olor de las florecitas de virtudes

que comenzaban, a lo que parecía, a querer salir y que fuese para

su gloria y las sustentase, pues yo no quería nada para mí, y

cortase las que quisiese, que ya sabía habían de salir mejores. Digo

«cortar», porque vienen tiempos en el alma que no hay memoria de

este huerto: todo parece está seco y que no ha de haber agua para

sustentarle, ni parece hubo jamás en el alma cosa de virtud. Pásase

mucho trabajo, porque quiere el Señor que le parezca al pobre

hortelano que todo el que ha tenido en sustentarle y regarle va

perdido. Entonces es el verdadero escardar y quitar de raíz las

hierbecillas -aunque sean pequeñas- que han quedado malas. Con

conocer no hay diligencia que baste si el agua de la gracia nos quita

Dios, y tener en poco nuestra nada, y aun menos que nada, gánase

aquí mucha humildad; tornan de nuevo a crecer las flores.

 

10. ¡Oh Señor mío y bien mío! ¡Que no puedo decir esto sin

lágrimas y gran regalo de mi alma! ¡Que queráis Vos, Señor, estar

así con nosotros, y estáis en el Sacramento (que con toda verdad

se puede creer, pues lo es, y con gran verdad podemos hacer esta

comparación), y si no es por nuestra culpa nos podemos gozar con

Vos, y que Vos os holgáis con nosotros, pues decís ser vuestro

deleite estar con los hijos de los hombres! ¡Oh Señor mío! ¿Qué es

esto? Siempre que oigo esta palabra me es gran consuelo, aun

cuando era muy perdida. ¿Es posible, Señor, que haya alma que

llegue a que Vos la hagáis mercedes semejantes y regalos, y a

entender que Vos os holgáis con ella, que os torne a ofender

después de tantos favores y tan grandes muestras del amor que la

tenéis, que no se puede dudar, pues se ve clara la obra?

Sí hay, por cierto, y no una vez sino muchas, que soy yo. Y plega a

vuestra bondad, Señor, que sea yo sola la ingrata y la que haya

hecho tan gran maldad y tenido tan excesiva ingratitud: porque aun

ya de ella algún bien ha sacado vuestra infinita bondad; y mientras

mayor mal, más resplandece el gran bien de vuestras misericordias.

¡Y con cuánta razón las puedo yo para siempre cantar!.

 

11. Suplícoos yo, Dios mío, sea así y las cante yo sin fin, ya que

habéis tenido por bien de hacerlas tan grandísimas conmigo, que

espantan los que las ven y a mí me saca de mí muchas veces, para

poderos mejor alabar a Vos. Que estando en mí, sin Vos, no podría,

Señor mío, nada, sino tornar a ser cortadas estas flores de este

huerto, de suerte que esta miserable tierra tornase a servir de

muladar como antes. No lo permitáis, Señor, ni queráis se pierda

alma que con tantos trabajos comprasteis y tantas veces de nuevo

la habéis tornado a rescatar y quitar de los dientes del espantoso

dragón.

 

12. Vuestra merced me perdone, que salgo de propósito; y como

hablo a mi propósito, no se espante, que es como toma el alma lo

que se escribe, que a las veces hace harto de dejar de ir adelante

en alabanzas de Dios, como se le representa, escribiendo, lo

mucho que le debe. Y creo no le hará a vuestra merced mal gusto,

porque entrambos, me parece, podemos cantar una cosa, aunque

en diferente manera; porque es mucho más lo que yo debo a Dios,

porque me ha perdonado más, como vuestra merced sabe.

 

 

 

CAPÍTULO 15

Prosigue en la misma materia y da algunos avisos de cómo se han

de haber en esta oración de quietud. – Trata de cómo hay muchas

almas que lleguen a tener esta oración y pocas que pasen adelante.

Son muy necesarias y provechosas las cosas que aquí se tocan.

 

1. Ahora tornemos al propósito. Esta quietud y recogimiento del

alma es cosa que se siente mucho en la satisfacción y paz que en

ella se pone, con grandísimo contento y sosiego de las potencias y

muy suave deleite. Parécele -como no ha llegado a más- que no le

queda qué desear y que de buena gana diría con San Pedro que

fuese allí su morada. No osa bullirse ni menearse, que de entre las

manos le parece se le ha de ir aquel bien; ni resolgar algunas veces

no querría. No entiende la pobrecita que, pues ella por sí no pudo

nada para traer a sí aquel bien, que menos podrá detenerle más de

lo que el Señor quisiere.

Ya he dicho que en este primer recogimiento y quietud no faltan las

potencias del alma, mas está tan satisfecha con Dios que mientras

aquello dura, aunque las dos potencias se desbaraten, como la

voluntad está unida con Dios, no se pierde la quietud y el sosiego,

antes ella poco a poco torna a recoger el entendimiento y memoria.

Porque, aunque ella aún no está de todo punto engolfada, está tan

bien ocupada sin saber cómo, que por mucha diligencia que ellas

pongan, no la pueden quitar su contento y gozo, antes muy sin

trabajo se va ayudando para que esta centellica de amor de Dios no

se apague.

 

2. Plega a Su Majestad me dé gracia para que yo dé esto a

entender bien, porque hay muchas, muchas almas que llegan a

este estado y pocas las que pasan adelante, y no sé quién tiene la

culpa. A buen seguro que no falta Dios, que ya que Su Majestad

hace merced que llegue a este punto, no creo cesará de hacer

muchas más, si no fuese por nuestra culpa. Y va mucho en que el

alma que llega aquí conozca la dignidad grande en que está y la

gran merced que le ha hecho el Señor y cómo de buena razón no

había de ser de la tierra, porque ya parece la hace su bondad

vecina del cielo, si no queda por su culpa; y desventurada será si

torna atrás. Yo pienso será para ir hacia abajo, como yo iba, si la

misericordia del Señor no me tornara. Porque, por la mayor parte,

será por graves culpas, a mi parecer, ni es posible dejar tan gran

bien sin gran ceguedad de mucho mal.

3. Y así ruego yo, por amor del Señor, a las almas a quien Su

Majestad ha hecho tan gran merced de que lleguen a este estado,

que se conozcan y tengan en mucho, con una humilde y santa

presunción para no tornar a las ollas de Egipto Y si por su flaqueza

y maldad y ruin y miserable natural cayeren, como yo hice, siempre

tengan delante el bien que perdieron, y tengan sospecha y anden

con temor (que tienen razón de tenerle) que, si no tornan a la

oración, han de ir de mal en peor. Que ésta llamo yo verdadera

caída, la que aborrece el camino por donde ganó tanto bien, y con

estas almas hablo; que no digo que no han de ofender a Dios y caer

en pecados, aunque sería razón se guardase mucho de ellos quien

ha comenzado a recibir estas mercedes, mas somos miserables. Lo

que aviso mucho es que no deje la oración, que allí entenderá lo

que hace y ganará arrepentimiento del Señor y fortaleza para

levantarse; y crea que, si de ésta se aparta, que lleva, a mi parecer,

peligro. No sé si entiendo lo que digo, porque -como he dicho- juzgo

por mí…

 

4. Es, pues, esta oración una centellica que comienza el Señor a

encender en el alma del verdadero amor suyo, y quiere que el alma

vaya entendiendo qué cosa es este amor con regalo, esta quietud y

recogimiento y centellica, si es espíritu de Dios y no gusto dado del

demonio o procurado por nosotros. Aunque a quien tiene

experiencia es imposible no entender luego que no es cosa que se

puede adquirir, sino que este natural nuestro es tan ganoso de

cosas sabrosas que todo lo prueba. Mas quédase muy en frío bien

en breve, porque, por mucho que quiera comenzar a hacer arder el

fuego para alcanzar este gusto, no parece sino que le echa agua

para matarle. Pues esta centellica puesta por Dios, por pequeñita

que es, hace mucho ruido, y si no la mata por su culpa, ésta es la

que comienza a encender el gran fuego que echa llamas de sí,

como diré en su lugar, del grandísimo amor de Dios que hace Su

Majestad tengan las almas perfectas.

 

5. Es esta centella una señal o prenda que da Dios a esta alma de

que la escoge ya para grandes cosas, si ella se apareja para

recibirlas. Es gran don, mucho más de lo que yo podré decir.

Esme gran lástima, porque -como digo- conozco muchas almas que

llegan aquí, y que pasen de aquí como han de pasar, son tan

pocas, que se me hace vergüenza decirlo. No digo yo que hay

pocas, que muchas debe haber, que por algo nos sustenta Dios.

Digo lo que he visto. Querríalas mucho avisar que miren no

escondan el talento, pues que parece las quiere Dios escoger para

provecho de otras muchas, en especial en estos tiempos que son

menester amigos fuertes de Dios para sustentar los flacos. Y los

que esta merced conocieren en sí, ténganse por tales, si saben

responder con las leyes que aun la buena amistad del mundo pide;

y si no -como he dicho-, teman y hayan miedo no se hagan a sí mal

y ¡plega a Dios sea a sí solos!

 

6. Lo que ha de hacer el alma en los tiempos de esta quietud, no es

más de con suavidad y sin ruido. Llamo «ruido» andar con el

entendimiento buscando muchas palabras y consideraciones para

dar gracias de este beneficio y amontonar pecados suyos y faltas

para ver que no lo merece. Todo esto se mueve aquí, y representa

el entendimiento, y bulle la memoria, que cierto estas potencias a

mí me cansan a ratos, que con tener poca memoria no la puedo

sojuzgar. La voluntad, con sosiego y cordura, entienda que no se

negocia bien con Dios a fuerza de brazos, y que éstos son unos

leños grandes puestos sin discreción para ahogar esta centella, y

conózcalo y con humildad diga: «Señor, ¿qué puedo yo aquí? ¿Qué

tiene que ver la sierva con el Señor, y la tierra con el cielo?», o

palabras que se ofrecen aquí de amor, fundada mucho en conocer

que es verdad lo que dice, y no haga caso del entendimiento, que

es un moledor. Y si ella le quiere dar parte de lo que goza, o trabaja

por recogerle, que muchas veces se verá en esta unión de la

voluntad y sosiego, y el entendimiento muy desbaratado, y vale más

que le deje que no que vaya ella tras él, digo la voluntad, sino

estése ella gozando de aquella merced y recogida como sabia

abeja; porque si ninguna entrase en la colmena, sino que por

traerse unas a otras se fuesen todas, mal se podría labrar la miel.

 

7. Así que perderá mucho el alma si no tiene aviso en esto; en

especial si es el entendimiento agudo, que cuando comienza a

ordenar pláticas y buscar razones, en tantito, si son bien dichas,

pensará hace algo. La razón que aquí ha de haber es entender

claro que no hay ninguna para que Dios nos haga tan gran merced,

sino sola su bondad, y ver que estamos tan cerca, y pedir a Su

Majestad mercedes y rogarle por la Iglesia y por los que se nos han

encomendado y por las ánimas de purgatorio, no con ruido de

palabras, sino con sentimiento de desear que nos oiga. Es oración

que comprende mucho y se alcanza más que por mucho relatar el

entendimiento. Despierte en sí la voluntad algunas razones que de

la misma razón se representarán de verse tan mejorada, para avivar

este amor, y haga algunos actos amorosos de qué hará por quien

tanto debe, sin -como he dicho- admitir ruido del entendimiento a

que busque grandes cosas. Más hacen aquí al caso unas pajitas

puestas con humildad (y menos serán que pajas, si las ponemos

nosotros) y más le ayudan a encender, que no mucha leña junta de

razones muy doctas, a nuestro parecer, que en un credo la

ahogarán.

Esto es bueno para los letrados que me lo mandan escribir; porque,

por la bondad de Dios, todos llegan aquí, y podrá ser se les vaya el

tiempo en aplicar Escrituras. Y aunque no les dejarán de

aprovechar mucho las letras antes y después, aquí en estos ratos

de oración poca necesidad hay de ellas, a mi parecer, si no es para

entibiar la voluntad; porque el entendimiento está entonces, de

verse cerca de la luz, con grandísima claridad, que aun yo, con ser

la que soy, parezco otra.

 

8. Y es así que me ha acaecido estando en esta quietud, con no

entender casi cosa que rece en latín, en especial del Salterio, no

sólo entender el verso en romance, sino pasar adelante en

regalarme de ver lo que el romance quiere decir.

Dejemos si hubiesen de predicar o enseñar, que entonces bien es

ayudarse de aquel bien para ayudar a los pobres de poco saber,

como yo, que es gran cosa la caridad y este aprovechar almas

siempre, yendo desnudamente por Dios.

Así que en estos tiempos de quietud, dejar descansar el alma con

su descanso. Quédense las letras a un cabo. Tiempo vendrá que

aprovechen al Señor y las tengan en tanto, que por ningún tesoro

quisieran haberlas dejado de saber, sólo para servir a Su Majestad,

porque ayudan mucho. Mas delante de la Sabiduría infinita,

créanme que vale más un poco de estudio de humildad y un acto de

ella, que toda la ciencia del mundo. Aquí no hay que argüir, sino

que conocer lo que somos con llaneza, y con simpleza

representarnos delante de Dios, que quiere se haga el alma boba,

como a la verdad lo es delante de su presencia, pues Su Majestad

se humilla tanto que la sufre cabe sí siendo nosotros lo que somos.

 

9. También se mueve el entendimiento a dar gracias muy

compuestas; mas la voluntad, con sosiego, con un no osar alzar los

ojos con el publicano, hace más hacimiento de gracias que cuanto

el entendimiento, con trastornar la retórica, por ventura puede

hacer. En fin, aquí no se ha de dejar del todo la oración mental ni

algunas palabras aun vocales, si quisieren alguna vez o pudieren;

porque, si la quietud es grande, puédese mal hablar, si no es con

mucha pena.

Siéntese, a mi parecer, cuándo es espíritu de Dios, o procurado de

nosotros con comienzo de devoción que da Dios y queremos -como

he dicho- pasar nosotros a esta quietud de la voluntad: no hace

efecto ninguno, acábase presto, deja sequedad.

 

10. Si es del demonio, alma ejercitada paréceme lo entenderá;

porque deja inquietud y poca humildad y poco aparejo para los

efectos que hace el de Dios. No deja luz en el entendimiento ni

firmeza en la verdad. Puede hacer aquí poco daño o ninguno, si el

alma endereza su deleite y suavidad, que allí siente, a Dios, y poner

en El sus pensamientos y deseos, como queda avisado; no puede

ganar nada el demonio, antes permitirá Dios que con el mismo

deleite que causa en el alma pierda mucho; porque éste ayudará a

que el alma, como piense que es Dios, venga muchas veces a la

oración con codicia de El; y si es alma humilde y no curiosa ni

interesal de deleites, aunque sean espirituales, sino amiga de cruz,

hará poco caso del gusto que da el demonio; lo que no podrá así

hacer si es espíritu de Dios, sino tenerlo en muy mucho. Mas cosa

que pone el demonio, como él es todo mentira, con ver que el alma

con el gusto y deleite se humilla (que en esto ha de tener mucho: en

todas las cosas de oración y gustos procurar salir humilde), no

tornará muchas veces el demonio, viendo su pérdida.

 

11. Por esto y por otras muchas cosas, avisé yo en el primer modo

de oración, en la primera agua, que es gran negoción comenzar las

almas oración comenzándose a desasir de todo género de

contentos, y entrar determinadas a sólo ayudar a llevar la cruz a

Cristo, como buenos caballeros que sin sueldo quieren servir a su

rey, pues le tienen bien seguro. Los ojos en el verdadero y perpetuo

reino que pretendemos ganar. Es muy gran cosa traer esto siempre

delante, en especial en los principios; que después tanto se ve

claro, que antes es menester olvidarlo para vivir, que procurarlo:

traer a la memoria lo poco que dura todo y cómo no es todo nada y

en lo nonada que se ha de estimar el descanso.

 

12. Parece que esto es cosa muy baja, y así es verdad, que los que

están adelante en más perfección tendrían por afrenta y entre sí se

correrían si pensasen que porque se han de acabar los bienes de

este mundo los dejan, sino que, aunque durasen para siempre, se

alegran de dejarlos por Dios. Y mientras más perfectos fueren, más;

y mientras más duraren, más. Aquí en estos está ya crecido el

amor, y él es el que obra. Mas a los que comienzan esles cosa

importantísima, y no lo tengan por bajo, que es gran bien el que se

gana, y por eso lo aviso tanto; que les será menester, aun a los muy

encumbrados en oración, algunos tiempos que los quiere Dios

probar, y parece que Su Majestad los deja. Que, como ya he dicho

y no querría esto se olvidase, en esta vida que vivimos no crece el

alma como el cuerpo, aunque decimos que sí, y de verdad crece.

Mas un niño, después que crece y echa gran cuerpo y ya le tiene de

hombre, no torna a descrecer y a tener pequeño cuerpo; acá quiere

el Señor que sí, a lo que yo he visto por mí, que no lo sé por más.

Debe ser por humillarnos para nuestro gran bien y para que no nos

descuidemos mientras estuviéremos en este destierro, pues el que

más alto estuviere, más se ha de temer y fiar menos de sí. Vienen

veces que es menester, para librarse de ofender a Dios estos que

ya están tan puesta su voluntad en la suya, que por no hacer una

imperfección se dejarían atormentar y pasarían mil muertes, que

para no hacer pecados -según se ven combatidos de tentaciones y

persecuciones- sea menester aprovecharse de las primeras armas

de la oración y tornen a pensar que todo se acaba y que hay cielo e

infierno y otras cosas de esta suerte.

 

13. Pues tornando a lo que decía, gran fundamento es, para librarse

de los ardides y gustos que da el demonio, el comenzar con

determinación de llevar camino de cruz desde el principio y no los

desear, pues el mismo Señor mostró ese camino de perfección

diciendo: Toma tu cruz y sígueme. El es nuestro dechado; no hay

que temer quien por sólo contentarle siguiere sus consejos.

 

14. En el aprovechamiento que vieren en sí entenderán que no es

demonio; que, aunque tornen a caer, queda una señal de que

estuvo allí el Señor, que es levantarse presto, y éstas que ahora

diré: cuando es espíritu de Dios, no es menester andar rastreando

cosas para sacar humildad y confusión, porque el mismo Señor la

da de manera bien diferente de la que nosotros podemos ganar con

nuestras consideracioncillas, que no son nada en comparación de

una verdadera humildad con luz que enseña aquí el Señor, que

hace una confusión que hace deshacer. Esto es cosa muy

conocida, el conocimiento que da Dios para que conozcamos que

ningún bien tenemos de nosotros, y mientras mayores mercedes,

más. Pone un gran deseo de ir adelante en la oración y no la dejar por

ninguna cosa de trabajo que le pudiese suceder, a todo se ofrece una seguridad, con humildad y temor, de que ha de salvarse, echa luego el temor servil del alma y pónele el fiel temor muy más crecido, ve que se le comienza un amor con Dios muy sin interés suyo,desea ratos de soledad para gozar más de aquel bien.

 

15. En fin, por no me cansar, es un principio de todos los bienes,

un estar ya las flores en término que no les falta casi nada para

brotar. Y esto verá muy claro el alma, y en ninguna manera por

entonces se podrá determinar a que no estuvo Dios con ella, hasta

que se torna a ver con quiebras e imperfecciones, que entonces

todo lo teme. Y es bien que tema. Aunque almas hay que les

aprovecha más creer cierto que es Dios, que todos los temores que

la puedan poner; porque, si de suyo es amorosa y agradecida, más

la hace tornar a Dios la memoria de la merced que la hizo, que

todos los castigos del infierno que la representen. Al menos la mía,

aunque tan ruin, esto me acaecía.

16. Porque las señales del buen espíritu se irán diciendo, mas como

a quien le cuestan muchos trabajos sacarlas en limpio, no las digo

ahora aquí. Creo, con el favor de Dios, en esto atinaré algo; porque,

dejado la experiencia en que he mucho entendido, sélo de algunos

letrados muy letrados y personas muy santas, a quien es razón se

dé crédito, y no anden las almas tan fatigadas, cuando llegaren aquí

por la bondad del Señor, como yo he andado.