Retiro de Adviento 2022/23. Santa Isabel de la Trinidad: «La lentitud en el esfuerzo es extraña a la Gracia del Espíritu»


Textos para meditar

Síntesis de la charla del Retiro de Adviento que dirigió el pasado 17/12/2022 el Padre Gabriel Castro OCD dentro del ciclo de retiros del curso 2022/2023 organizados por OCDS Plaza de España. Quedan reseñados aquí los puntos importantes para la meditación

La lentitud en el esfuerzo es extraña a la gracia del Espíritu»
(San Ambrosio)

Evangelio de San Lucas, capítulo 1º:

[30] El ángel le dijo: —No temas, María, que gozas del favor de Dios. [31] Mira, concebirás y darás a luz un hijo, a quien llamarás Jesús. [32] Será grande, llevará el título de Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, [33] para que reine sobre la Casa de Jacob por siempre y su reinado no tenga fin. [34] María respondió al ángel: —¿Cómo sucederá eso si no convivo con un varón? [35] El ángel le respondió: —El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te hará sombra; por eso, el Santo que nazca llevará el título de Hijo de Dios. [36] Mira, también tu pariente Isabel ha concebido en su vejez, y la que se consideraba estéril está ya de seis meses. [37] Pues nada es imposible para Dios. […] Entonces María se levantó y se dirigió apresuradamente a la serranía, a un pueblo de Judea. […][56] María se quedó con ella tres meses y después se volvió a casa.

San Ambrosio:

«Desde que lo supo, María, con el regocijo de su deseo, se dirigió a las montañas. Llena de Dios, ¿cómo no iba a elevarse apresuradamente hacia las alturas? La lentitud en el esfuerzo es extraña a la gracia del Espíritu»

Santa Isabel de la Trinidad: María Adoradora y servidora.

“En todo lo que hacía María era la adoradora del don de Dios. Y esto no le impedía prodigarse hacia afuera cuando había de practicar la caridad” (CF 40)

«El Evangelio nos dice que María recorrió a toda prisa las montañas de Judea para ir a casa de su prima Isabel [Lc 1,39-40]. La visión inefable que contemplaba en su interior nunca disminuyó su caridad exterior. Pues, como dice un piadoso autor, si la contemplación «se dirige a la alabanza y a la eternidad de su Señor, posee la unidad y ya no la perderá. Basta que llegue una orden del cielo, para que ella se dirija hacia los hombres, se compadezca de todas sus necesidades y se incline sobre todas sus miserias. Tiene que llorar y ser fecunda. Alumbra como el fuego; y, lo mismo que el fuego, quema, absorbe y devora, elevando hacia el cielo lo que ha devorado. Y una vez que ha hecho su trabajo en la tierra, se eleva y, ardiendo en su fuego, retoma el camino hacia las alturas»» (CF 40).

Pero en el fondo está convencida de que esa realidad es modélica para todo creyente, sea sacerdote, religioso o religiosa, laico, mayor, niño o joven. Aunque las siguientes palabras están dirigidas a un sacerdote, bien podríamos tomarlas cada uno para sí mismo, como consigna para este Adviento:

«Bien puede usted cantar su «Magníficat» con la Virgen y saltar de gozo con Dios su Salvador, porque el Todopoderoso hace en usted cosas grandes y su misericordia es eterna [Lc 1,47.49.50; Y Sal 135, 1] Después, como María, «conserve todo eso en su corazón» [cf Lc 2, 19.5 1]» (Ct 232).

Este es el camino y medio para que se cumpla en nosotros la plegaria que Isabel pone en boca de todos:

¡Oh fuego devorador, Espíritu de amor!
Ven a mí para que se produzca en mi alma
una especie de encarnación del Verbo:
que yo sea para él una humanidad suplementaria
en la que él pueda renovar todo su misterio”
(Elevación, Notas íntimas 15)

La espera

Te esperaré, Señor, tenso el oído

al callado temblor de tu pisada

sobre la senda nueva, acostumbrada

de tantos presentirte ya venido.

Te esperaré, Señor, estremecido

el cielo de mi noche inacabada

despierta mi impaciencia a tu llamada

y hecha mi cárcel vuelo reprimido.

Te esperaré, Señor, hasta que quieras

trocarme en logro de tu dulce encuentro

esta amarga quietud de mis esperas.

Te esperaré en mi casa anochecida,

vallada en soledad por fuera y dentro,

a la luz de mi lampara encendida

P. Emeterio García Setién, ocd

Obra de amor

Como obraste en el seno de María,
y diste carne al Verbo en sus entrañas,
haz tu obra en lo pobre de mi vida,
y ten misericordia de mi nada.

Haz tu obra de amor como en María
en este frágil vaso de mi alma;
que tú eres Alfarero de mis días
y en tus manos mi espíritu descansa.

Moldéame, Señor, como a María
de ternura y de paz enamorada,
de luz, y de silencio, y de sonrisa,
y de limpieza, y de humildad callada…

Soy de la misma arcilla que María,

Tú nos hiciste de la misma masa,
escucha pues mi súplica atrevida,

Y cumple mi locura de esperanza.

Viniendo tú

Señor Jesús, que vas de puerta en puerta

Buscando una posada en que nacer,

Y que en el frío de la noche incierta

No hallaste ni una sola puerta abierta

Entre todas las casas de Belén.

No busques aquí luz, no busques fuego,  
que fuego y luz vendrán viniendo tu.

De lo que tú me des, daré yo luego,

yen toda esta pobreza que te entrego
verás reverberar tu propia luz.

No pases hoy de largo mi morada,
más pobre y fría que el establo aquel
porque tú eres mi lumbre deseada
y te espera en la noche, desvelada,
la vigilia paciente de mi fe.

Mónica de la Cruz, CD

Para las Posadas

Desde el seno del Padre al de María,
de luz indeficiente a noche oscura,
de ser Dios a ser de criatura,
de patria celestial a patria mía,

Del fuego trinitario a paja fría,
del espacio infinito a la angostura,
del señorío a dependencia pura,
del hoy perenne a nuestro humano día.

¡Qué mal cabrá la gloria en una cueva
o podrá arder la zarza mientras nieva!
¡Qué mal junto a un jumento el Sumo Bien!

¡Qué grande es el amor que así te lleva
hasta el abismo de los hijos de Eva!

¡Qué largo es el descenso hasta Belén!

Mónica de la Cruz, CD

Domingo cuarto de Adviento: Mateo 1,1824

»José estuvo disponible para ponerse a disposición de la novedad que se le presentaba de modo desconcertante»

Papa Francisco

MARIA ESPERABA UN HIJO

POR OBRA DEL ESPÍRITU

SANTO.

Entramos en la admirable espera de María, para esperar con ella la acción del Espíritu. La Navidad es fruto del Espíritu, danza inacabable de su ternura, paz para un mundo tan herido por la violencia. El Espíritu nos enseña a esperar a Jesús.

Con su fuerza y alegría, consentimos -«hágase» – que el misterio de amor de Jesús se encarne en nuestra vida y embellezca el mundo con su bondad. Porque Dios se hace hombre por obra del Espíritu, el misterio último de la vida es un misterio de bondad, de bendición y de gracia. «El Evangelio es el mensaje más hermoso que tiene este mundo» (Papa Francisco).

A JOSÉ, SU ESPOSO SE LE APARECIÓ EN SUEÑOS UN ÁNGEL DEL SEÑOR. Entramos en la anunciación de José, modelo admirable fe, que se pone al servicio de la novedad que se le presenta de un modo desconcertante. No queremos vivir sin misterio por dentro, no queremos una Navidad sin Jesús. En medio de la noche acogemos a Jesús con la lámpara de la alegría de la fe, nos acercamos en silencio a la bondad de Dios que aparece ante nuestros ojos sobre la tierra. El Señor nos hace entender sus caminos. «Cuando alguien se deja guiar por Dios ... al final siempre brilla la luz» (Papa Francisco).

LE PONDRÁ POR NOMBRE EMMANUEL, QUE SIGNIFICA ‘DIOS CON NOSOTROS’ Nos acercamos al icono de María para empaparnos del amor que Dios nos tiene, para entrar en la revolución de la ternura, para ser ante sus ojos de amor. jesús es el Dios con nosotros: este es el milagro de la Navidad. ¡Qué admirable cercanía! ¡Hay algo más bello y grande en esta vida? No estamos solos, no estamos perdidos en el mundo. Una corriente de amor viene a nuestro encuentro; y nosotros le ponemos nombre: Jesús. ¿Qué puede ser una Navidad sin nombrar a Jesús, sin alegrarnos en él? «Nuestra tristeza infinita solo se cura con un infinito amor» (Papa Francisco).

CUANDO JOSÉ SE DESPERTÓ HIZO LO QUE LE HABíA MANDADO EL ÁNGEL DEL SEÑOR Y ACOGiÓ A SU MUJER. Entramos en la casa de José y de María; los dos le han dicho sí a Dios y la casa se ha llenado de ternura y de esperanza; la casa es ahora un manantial de alegría donde nuestras fatigas encuentran el consuelo. Gracias a jasé y a María, también nosotros podemos llevar el misterio de Jesús a nuestra casa. y al sentir cómo nos enamora y embellece, podemos celebrar la Navidad con gozo y gratitud, con adoración y anuncio misionero, con justicia y servicio a los más pobres. «Donde nace Dios, nace la esperanza, y las personas encuentran la dignidad» (Papa Francisco -Revista ORAR Nº 313-)


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