Crónicas desde Ucrania en el corazón y la súplica por la paz. Quinta parte: 18 de julio.

General de los Carmelitas Descalzos Fr. Miguel Márquez

Día 18, Martes

Comenzamos el día compartiendo la Eucaristía en la concatedral, a las 8 de la mañana. Vienen unas 60 personas. Solo diez hombres. Una gran mayoría en la guerra.

Al terminar la misa mucha gente se acerca al obispado y fuera del muro del recinto a buscar alimentos. Cuatro días a la semana vienen unas 1500 personas a las que se les distribuye pan y conservas. Los Frailes Albertinos ayudan al Obispado a la distribución.

A las 9.30 salimos con el obispo y Olena cerca de la guerra. En el camino Olena nos da un cursillo rápido sobre cómo hacer un torniquete en caso de ser heridos. Nos muestra el material que se utiliza. Dice que cada día en Zaporizhia hay que estar preparados. Muchas raquetas (misiles) caen. Esta mañana cuando el obispo elevaba el cáliz ha sonado la sirena. También durante la noche. En estos dos días escucharemos las sirenas varias veces.

En la diócesis de Kharkiv-Zaporizhia en 2012 había 20 millones de habitantes. Un 1 % de católicos. Ahora son, aproximadamente, unos 10 millones. Esta diócesis es a la que pertenece Donetsk (conocida como Danbas por nosotros), Járkov, Dnipropetrovsk, Lugansk, Poltava, Sumy y Óblast de Zaporiyia.

Vamos hacia una ciudad próxima al frente de la guerra, cuyo nombre me piden no escribir en la crónica. Nos cruzamos varias ambulancias en sentido contrario. Encontramos unos cuantos puestos de control militar. Nos piden la documentación.

Llegamos al hospital a las 11.00 h. Aquí traen a los heridos. Nos explica el médico cirujano corresponsable del hospital. Hay diversos puestos donde llevan a los heridos. Tienen que cambiar de lugar porque atacan también los puestos sanitarios y las ambulancias. Tienen vehículos que pueden andar donde no hay caminos. Dice el doctor que aquí hay luz (metafórico y real). Que en el frente no hay luz. ‘Allí no hay civilización’. Nos explica las condiciones en el terreno de guerra. Las madrigueras en las que se esconden y cómo pueden ducharse con un litro de agua. Nos enseña las habitaciones con catres muy básicos. Habitaciones para Díez enfermos. Saludamos a varios de ellos. Una enfermera nos pide la bendición. Le pregunto cuantos heridos reciben al día pero tienen prohibido dar esos datos.

A las 11.20 suenan las sirenas mientras visitamos el hospital. Nos enseñan las ambulancias en las que recogen a los heridos.

El momento especialmente gozoso es al entregar todo el material médico y sanitario que traemos. El doctor agradece mucho los desfibriladores, los aparatos para electrocardiograma, los cardio monitores para las operaciones y los respiradores… abraza feliz el monitor para las operaciones. Traemos ropa sanitaria, camillas plegables para recoger los enfermos, etc. Todo comprado con el dinero que habéis ido enviando de todo el mundo a la cuenta para la guerra de Ucrania en la casa general. El doctor me agradece mucho esta ayuda y me pide que se lo transmita a los donantes. Por el espacio de fuera del edifico en el jardín, vemos soldados con vendajes y curas.

El doctor ha dicho algo que estremece: tal vez nos hacía falta esta guerra para despertar. Y ojalá despertemos.

La intención que teníamos era llegar a un puesto más cercano al frente, a pocos kilómetros de la guerra. Pero nos desaconsejan el riesgo. En octubre del año pasado vino el cardenal limosnero del Papa mons. Konrad Krajewski de parte del Vaticano para conocer la situación y traer ayuda y les dispararon, sin consecuencias.

Decidimos volver a Zaporizhia. Comemos a las 13.30 y reemprendemos camino de regreso hacia Kiev a las 14.30. Nos despedimos de mons. Jan y de Olena. Realmente hemos disfrutado con ellos y nos han acogido con mucho afecto. El obispo nos despide con mucha simpatía y cariño. Un obispo muy valorado por la gente.

El camino de regreso es largo y con malas carreteras. Tenemos por delante unas 7 horas. Calculamos llegar a media noche. En el camino hay un rato que llueve a mares. Más tarde se despeja el cielo y queda un paisaje precioso al atardecer.

Rezamos Vísperas en camino, mientras llegamos a Kiev a las 22.30 h.

Hablamos un rato con Marek y Benedict. Nos hablan de la cantidad de gente que vienen a charlar y a pedir comida o medicinas aquí a la parroquia. Vienen también los ortodoxos. Al principio, el gobierno ayudaba a quienes refugiaban a los desplazados. Y cuando han retirado la ayuda, algunas familias han dejado de ayudar a los desplazados. Hay gente que realmente pasa hambre. Han visto cómo la gente que venía comían como si no lo hubieran hecho en una semana.

Hablan Marek y Benedict de cuando han ido al frente a confesar y a atender a los soldados. Y cómo les han disparado sin llegar a darles. Una conversación muy fraterna de final de un día donde expresan el agradecimiento por estar con ellos el General y el Provincial.

Dice Marek que ha confiado la parroquia y Kiev a San José y siente que él los ha salvado.

Confío a la oración de quienes esto leáis la vida de cada persona que hemos encontrado en el camino. De todos los que sufren y provocan la guerra. De las familias, de los niños y de los más vulnerables. De los que ideologizan o hacen negocio y corrupción con la guerra. Una súplica orante para todos los que miran o miramos para otro lado cuando ya los medios de comunicación no se interesan.

Al final del día tengo la sensación de haber encontrado mucha gente que lucha y se compromete, ora y se entrega sin tregua. Me queda el gozo y el orgullo de unos hermanos que están acompañando y alentando, sabiendo que todos necesitamos cuidarnos y apoyarnos. Y que las guerras más decisivas se libran ahí donde estamos, en el corazón de nuestra propia familia y comunidad, barrio o trabajo, muchas veces invisibles y que tienen que ver con nuestra propia inconsciencia, egoísmo, y falta de humanidad, con nuestro desamor por el otro. Solo pido a Dios que nos despierte y nos espabile para no engañarnos y dormirnos. Que todas las pandemias y terremotos y guerras y crisis nos hagan sabios de lo esencial y no rendidos a lo fácil o encerrados en nuestra propia carne. Que la carne herida de cualquier otro es la carne herida de Cristo que curar, vendar y cuidar, mientras tú también estás herido y sientes el miedo de lo que pueda suceder.

Termina el día muy pasada la media noche, con estos pensamientos y mañana visitaremos Kiev y habrá otros encuentros programados e inesperados. Un abrazo y una bendición desde Kiev.

Mientras escribo estas líneas me escribe una periodista ucraniana que anoche pasada la media noche y a las 2 de la madrugada la ciudad de Zaporizhia, donde pasamos día y medio y de donde salimos ayer, fue bombardeada. Hoy sabremos qué ha pasado.