Las Moradas o Castillo Interior
Una nueva petición de sus monjas y superiores vuelve a importunar a la santa para escribir un tratado de oración, que realiza en 1577, comenzando con su tradicional queja por el esfuerzo que le supone. A su vida de oración en el convento se sumaban las labores de dirección y nuevas fundaciones y debía sacar tiempo de donde no lo tenía para escribir con una pluma y la débil luz de una vela, en muchas ocasiones robándole tiempo al sueño.
Comienza con una metáfora que explica sus dos títulos: “.… considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas…y en el centro y mitad de todas éstas tiene la más principal, que es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma… la puerta para entrar en este castillo es la oración y consideración, no digo más mental que vocal; que como sea oración, ha de ser con consideración; porque no advierte con quien habla y lo que pide y quien es quien pide y a quien, no la llamo yo oración, aunque mucho menee los labios…”
Desgrana la oración en 7 moradas (frente a las cuatro etapas que comenta en el Libro de la Vida).
Después de describir con detalle cada grado de oración y los efectos que dejan en el alma con refuerzo de virtudes, y lo que podemos hacer de nuestra parte para que el Señor quiera darnos las gracias místicas hay dos importantes conclusiones.
La primera es que estas gracias: “… no piense alguna que es sólo para regalar estas almas, que sería grande yerro; porque no puede su Majestad hacernos mayor regalo que es darnos vida que sea imitando a la que vivió su Hijo tan amado; así tengo yo por cierto que son estas mercedes para fortalecer nuestra flaqueza – como aquí he dicho alguna vez – para poderle imitar en el mucho padecer. Siempre hemos visto que los que más cercanos anduvieron a Cristo nuestro Señor fueron los de mayores trabajos…” (Moradas 4,4 y 4,5).
O dicho más resumido, los favores y gracias místicas: “…procuremos alcanzar, y no para gozar, sino para tener estas fuerzas para servir.” Moradas (4,12)
La segunda habla de la prevención a los que pretenden ser muy espirituales: “… poco me aprovecha estarme muy recogida a solas haciendo actos con nuestro Señor, prometiendo y proponiendo de hacer maravillas por su servicio, si en saliendo de allí, que se ofrece la ocasión, lo hago todo al revés.” (Moradas 4,7)
Y esta otra advertencia, aún más dura: “… ¿Sabéis qué es ser espirituales de veras?: hacerse esclavos de Dios, a quien, señalados con su hierro que es el de la †, porque ya ellos le han dado su libertad, los pueda vender por esclavos de todo el mundo… así es que, hermanas, para que lleve buenos cimientos, procurad ser la menor de todas y esclava suya…”.(Moradas 4,8)
También encontramos este texto genial y revelador: «…que Marta y María han de andar juntas para hospedar al Señor y tenerle siempre consigo, y no le hacer mal hospedaje no le dando de comer. ¿Cómo se lo diera María, sentada siempre a sus pies, si su hermana no le ayudara? Su manjar es que de todas las maneras que pudiéremos lleguemos almas para que se salven y siempre le alaben» (Moradas 4,12)
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