Carmelitas Descalzos

Abrazamos la vida religiosa en amistad y servicio de Jesucristo, a imitación y con el patrocinio de la Virgen María, cuya forma de vida, de fe y sencillez, de unión íntima con Jesús y su causa, constituye para nosotros el modelo interior.

Nuestra vocación aspira a la unión con Dios por el camino de la contemplación y del fervor apostólico indisolublemente hermanados, formando una comunidad fraterna, signo de comunión en el mundo.

La oración, que es vida de oración y oración de vida, se alimenta con la escucha de la Palabra de Dios y la liturgia y con los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de la Iglesia y de la humanidad. Un camino de fe, esperanza y amor.

El celo apostólico penetra la oración y la vida toda, e impulsa a los hermanos a trabajar con actividad ferviente de distintas maneras en servicio de la Iglesia y de los hombres.

La abnegación evangélica, como capacidad de sacrificio espiritual, es una condición natural, porque el evangelio, Jesús y su Reino, valen la pena, y el camino de la unión con Dios y de la misión hace experimentar la necesidad de la purificación y transformación del corazón y de la vida.

Todo ha de llevar la impronta del humanismo espiritual, que integra sencillez, autenticidad, alegría, suavidad de la vida fraterna, dignidad de la persona humana, estima de la formación de los religiosos, equilibrio de la vida ascética ordenada a la vida teologal y a la misión.

El carisma es una realidad dinámica, puede crecer y enriquecerse en la historia. Numerosos carmelitas lo han enriquecido con su doctrina e iniciativas, como san Juan de la Cruz, santa Teresa de Lisieux, beato Francisco Palau, santa Teresa Benedicta (Edith Stein), beata Isabel de la Trinidad, y otros; muchos de ellos no canonizados, como Jerónimo Gracián y Juan de Jesús María, por citar algunos insignes del primer período, con otros posteriores, particularmente misioneros. Entre todos han multiplicado las moradas interiores y ensanchado los horizontes del Carmelo, inspirados y urgidos por el evangelio y el impulso teresiano.

¿Quieres ser Carmelita Descalzo?